APOLOGÍA
DEL CUERPO INSUMISO
Hace unos años
me desperté de un largo letargo. Empecé a ser consciente de una realidad, una
realidad que me afecta desde que me designaron al nacer un nombre por algo que
yo consideraba algo más de mi cuerpo, como una rodilla o un pie, pero que
determinaría la forma en la que iba a ser situada y tratada en el mundo que se
extendía más aya del útero del que venía. Con el paso de los años me di cuenta
que no sólo era yo la que vivía esto. Cuanto más contaba lo que me pasa, más personas
encontraba en este sendero que les pasaba lo mismo que a mi. Escucho relatos
idénticos y más aumentan mis ganas de contarlo, de no permanecer callada, más
obvio resulta que mi silencio y el de mis compañeras engrandece el poder de
aquellos que nos han inducido al sueño. Esta es la realidad de mi cuerpo y de
tantos otros cuerpos que han comenzado el cuestionamiento de una lógica
impuesta y han mutado a favor de la disicencia. La verdad es que mi cuerpo se
alquila, se vende, se prostituye, se mutila, se patologiza para luego
medicalizarlo, se somete a prácticas culturales ilógicas, se controla, se
tortura, se debilita, se estigmatiza, no porque él quiera, sino porque otros lo
deciden por él. Mi cuerpo ya no puede más, no le llega el oxígeno que alimenta
las células que lo mantiene con vida.
Vivo en un lugar en el que los machos y su maquinaria de organización
estatal lo esclavizan por medio de sus yugos a lo que han nombrado con términos
como Belleza, Trabajo, Maternidad, Hogar, Matrimonio, Heterosexualidad,
Consumo. Le dicen como tiene que comer, como tiene que sentir, como y con quien
tiene que follar, como tiene que vestirse, asearse y moverse; como tiene que
callar y obedecer para que no sea criminalizado. Lo tienen preso en una cárcel
fabricada con barrotes de opresión, que no se ven con los ojos, pero los otros
cuatro sentidos los perciben. De vez en cuando me lo prestan, accede al tercer
grado por buena conducta a través de ilusorios mecanismos, que en el fondo no
resuelven nada, que ellos llaman leyes de igualdad y contra la violencia de
género, derecho al trabajo, paridad, 8 de marzo... espacios en lo que no se
libera porque lo que los sostiene esta hecho de la misma pasta con la que están
hechos quienes causan la subordinación. A mi cuerpo esto no le sirve, más bien
le frustra . Donde mejor se lo pasa es en los bis-a-bis, sobre todo si son
colectivos. En ellos encuentra un refugio, una empatía, el calor de una manada,
la trasmutación de alientos, el hedonismo que atesora placeres y los redistribuye,
los contactos corporales afines, el radicalismo que añora en las instituciones
que le tienen preso, el aprendizaje enriquecedor de la política de cervezas,
los besos y los abrazos sin explicaciones, sin más intención que la del cariño,
la conspiración de una resistencia.
En el patio de mi cárcel llego a una conclusión: no quiero
que mi cuerpo sea cobarde ni tenga miedo, que se abuse de él, quiero que grite,
se descontrole, se deconstruya constantemente, no siga patrones, no se
avergüence, no se victimice, transgreda
y se resista el aburrimiento de la heteronormatividad que le obligaron a
asumir cuando salió de ese útero, porque mi cuerpo al lado del vuestro se
siente fuerte, rebelde, baila, arde, esta vivo, rabioso, salvaje, sin cadenas,
listo para quemar esas cárceles, con vosotrxs, para nosotrxs y por vosotrxs.
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